Tuesday, December 13, 2011

Uno de los tantos sueños cumplidos, pero ahí no termina todo,... es como despertar y querer comenzar de nuevo.

Hay veces que se toman las maletas llenas de deseos y se aborda el avión, aquel que vemos surcar los cielos y que vive en nuestra mente, ya que es el único que nos puede llevar a tantos lugares en el mundo. A conocer esos pueblos donde vivirán nuestros recuerdos. Esta vez, viajamos allá a donde pensamos que un corazón suspira o quizás palpita como marcando los minutos de la añoranza.

Hemos visto la tierra como una mano grande,... poblada de caminos, ríos, lagos y mares que llevan a lugares de muchos sueños o también a la existencia de abismos que se atraviesan en esta marcha que llevamos aquí, en el horizonte de nuestras miradas.

Por eso, cuando miramos a los ojos de los años, comprendemos que es tiempo de ir a visitarles. Y será entonces así cuando, como ayer, les llevamos de la mano a través de sueños hechos realidad, como una condición a la esperanza de abrazar y sentirlos enredados a los nuestros...

Como dos silencios, como dos gritos que se desprenden de ese eco que se entrega en el calor encantado que de vuestra energía, como adheridos a las llamas de los recuerdos.

Estamos aquí entonces, caminando con una claridad que busca vuestras miradas.

Hemos venido a deleitarnos, viéndoles adornados en esa alameda natural donde los álamos duermen como está en el tríptico del Museo de L'orangerie:

  • A la derecha. La mañana clara en los sauces,

  • A la izquierda La mañana en los sauces,

  • Al fondo los dos sauces,

  • Detrás de usted reflejos de los arboles.

Como visitantes, alertas a no insolentar el paso de miles de recuerdos, que caminan con ese compás que ofrecen las Ninfeas de Monet, remanso de paz, invitándonos a contemplar la naturaleza dibujada hasta el infinito en el baile de olas y espumas que cabalgan en las brumas buscando el deseo que ese día vimos.

Cuando al volar de aquí y allá, vemos en el espacio esa fiesta de reflejos de estrellas y luceros que besan esa sensación que se desmorona al tocar el suelo. Solo la luz de las espumas puede descifrar los colores que pintan en nuestras memorias esas caricias y vuelven nuestros ojos a poblar nuevos y entrañables lugares. Si, esa mirada, una que viene desde lejos y conoce el secreto de admirar los recuerdos que nos dejaron otros. La fuente de Trevi, la torre Eiffel? Es como perseguir la luz que nos dejaron como estela las caricias.

Seguimos acá, esperando el momento de regreso, ese que queremos se extienda en el canto de los ríos, que viaja en su corriente, para que mañana, cuando en el horizonte encontremos la llegada de una alborada, les veamos y podamos percibir el agua, el aire, el cielo, la tierra con sus infinitos colores y ese atardecer de otoño en lo mas recóndito del norte.

Será ahí donde siempre palpite el rojo de tus labios, que en secreto regalan el amor de esos colores. Ah, pero no se diga del azul de tus ojos. Dejando un testimonio, sellamos nuestro amor en el puente solférino. pasarela Léopold Sédar Senghor.

Pienso que ese si llegará caminando con el tiempo allá a donde nuestros suspiros descansan… Sé que viajaremos por el mundo. Podríamos así aliviar esos sueños que como sonámbulos nos buscan en las noches de la nada, porque yo, armado, siempre cabalgaré en ese pájaro de alas metálicas y tu estarás siempre a mi lado en esa luz que nace de tus ojos y encanta la mirada de los míos.

...Y veremos así ese sueño hecho realidad, que florece aquí y allá donde existe el edén, ese que rentan las ilusiones.

Jairo Narváez

Atardecer otoñal en el Báltico